domingo, 19 de enero de 2014

A vueltas con el Traductor de Google... Perjuicios para jóvenes estudiantes


Hace ya unos meses hablé de los peligros de la traducción automática. En aquella ocasión, me quejaba de la (infeliz) idea de un renombrado periódico canario de sacar un suplemento bilingüe traducido con Google. Ahora, vuelvo a dar un toque de atención, pero esta vez originado desde mi otra profesión, la docencia.

Todo surgió con una conversación que tuve con mis alumnos de mi 1º de la E.S.O. mientras estudiábamos en clase de Lengua el uso del diccionario. No recuerdo ya cómo salió el Traductor de Google en el debate, lo que sí recuerdo bien es que terminé poco menos que espantada. Hasta entonces no me había planteado las nefastas consecuencias que un uso inmaduro e infantil (estos alumnos tienen doce o trece años) de esta herramienta puede tener en el aprendizaje de una lengua extranjera.

Se me ocurrió preguntar cuántos utilizaban el Traductor de Google para hacer las redacciones que les mandaban en clase de inglés. Unos dos tercios de los alumnos levantaron la mano. Yo también las levanté... para llevármelas a la cabeza.  Intenté hacerles ver los peligros de fiarse a pies juntillas de esta herramienta informática, de no desarrollar ellos mismos su propia destreza escritora, pero, sinceramente, estoy muy poco segura de mi éxito.

Más tarde hablé con la profesora de inglés, para comentarle que había tratado el asunto con los alumnos, por si acaso le molestaba. Me contestó que, al contrario, me agradecía que también yo hubiera insistido en ello. Obviamente, las redacciones que ella les manda (para las que les da tiempo más que de sobra), son el resultado de las estructuras y la gramática aprendidas en la unidad que acaban de dar. Es decir, siempre hay un modelo que seguir casi al pie de la letra. Vamos, lo normal, lo mismo que nos decían en el Máster, lo mismo que hago yo con mis alumnos de los ciclos formativos.

Es lógico que, cuando uno tiene un nivel aún muy bajito de un idioma extranjero, le surjan mil cosas que querría escribir en una redacción, pero para cuya expresión no se tienen las herramientas necesarias. Repito continuamente a mis alumnos de ciclos (que son en inglés lo que se conoce como false beginners y, además, adultos o casi) que, a menos que estén totalmente seguros de que lo que van a escribir está bien, se ciñan a las estructuras y el vocabulario sencillos que hemos visto en clase hasta la fecha. Buscar alguna palabra en el diccionario está bien, aunque entraña peligros (por aquello de las acepciones), igual que tampoco está mal buscar expresiones muy sencillas en el Traductor de Google, pero de ahí a escribir la redacción completa para que la traduzca... 

¿Cómo hacer entender que hay que intentar pensar directamente en la lengua extranjera? ¿O es que hará tanto tiempo que no soy principiante en inglés que no recuerdo que yo también lo hacía?

En cualquier caso, el culmen de aquel debate con los niños de mi tutoría fue sin duda el momento en el que una de las niñas más buenas y responsables de la clase, sentada en primer fija, preguntó en voz bajita, como para sí misma: «Entonces, ¿de dónde saco la redacción?». 

(...)

Sin palabras.