martes, 28 de mayo de 2013

Mira, mamá, un chino... ¿O no?


Como ya he explicado al hablar sobre mí, Asia Oriental es un espacio geográfico y cultural que siempre ha despertado no solo mi interés, sino también mi cariño y mi respeto. 

Fruto de esta ilusión por lo asiático, estuve estudiando chino mandarín durante un año y medio y si lo dejé no fue porque cesara de interesarme, sino porque la profesora que nos daba clase decidió dedicarse a otros asuntos. También he flirteado alguna que otra vez con el japonés: me he aprendido los silabarios hiragana y katakana un par de veces (para volver a olvidarlos luego por falta de uso), he visto anime en versión original subtitulada y, en una ocasión, quise apuntarme a una academia, pero finalmente no pudo ser.

Sin embargo, no tengo dudas de cuál es el idioma asiático al que más cariño profeso, la cultura que más me llama la atención: Corea, los coreanos y su lengua ocupan un lugar importante en mi corazón. Conozco perfectamente la razón: a los doce o trece años me hice muy amiga de aquella timidísima niña coreana que había en mi clase (y que sigue siendo una de mis amigas del alma: 친구, 사랑해!). A partir de ahí, mi interés por su lengua y su cultura no dejó de crecer. Aprendí muy pronto a leer coreano (y, a diferencia de los silabarios japoneses, el hangul coreano no se me ha olvidado jamás), empecé a estudiar el idioma por mi cuenta, preguntando las dudas a mi amiga, practicando un poquito, muerta de vergüenza, con su familia, intentando hacerme entender con su abuela, por teléfono, en mi coreano macarrónico, para luego no pillar absolutamente nada de la respuesta que me daba. Hice un poquito de inmersión cultural con la comunidad coreana de Las Palmas (de las más importantes de España, gracias a nuestro puerto) e investigué sobre cultura, fiestas, tradiciones, etc.

Hace mucho tiempo que no toco ni el coreano, ni el chino, ni mucho menos el japonés, pero la idea siempre está ahí, at the back of my mind, como dicen los angloparlantes. El otro día, pensando sobre posibles entradas para el blog, me di cuenta de que tenía muchas ganas y muchas razones para hablar sobre el Asia Oriental, sus lenguas y culturas y, en especial, sobre Corea y el coreano. Las ganas no hace falta que las explique. ¿Las razones? Me sirve a mí para refrescar conocimientos y, quién sabe, tal vez volver a empezar a caminar en esa dirección; les sirve a ustedes también, para conocer aspectos básicos de una lengua que no suele tener demasiada difusión y, sobre todo (este es mi objetivo primario) para, al menos distinguir entre un idioma y otro, entre una cultura y otra e, incluso, entre unas personas y otras (es posible, no miento).

¿Por qué digo esto? Siempre me ha molestado el hecho de que, en España, en general, Asia es China. A veces, muy de vez en cuando, Japón. Pero ya está, para de contar: Corea no existe, Tailandia no existe, Indonesia no existe y podría seguir así un rato. Si alguien ve un asiático por la calle, ha visto un chino; si alguien se alisa el pelo para que le dure seis meses, se ha hecho un alisado chino (yo misma me alisé el pelo dos veces y los que me lo hicieron y sus productos eran coreanos, no chinos), y si alguien ve caracteres extraños en la puerta de un pequeño mercado, por supuesto, es chino.

Esta claro que exagero. Y menos mal. Hay mucha gente a la que también le interesan estos países. En especial, Japón y su idioma tienen muchos fans, esa gente a la que le gusta leer manga y ver anime, o, al menos, comer sushi, maki y tempura. En el ámbito gastronómico, es cierto que solemos saber distinguir entre comida japonesa y china, aunque pocas veces tengamos en cuenta que la mayoría de los restaurantes japoneses están regentados por chinos y coreanos.

Opino, en fin, que hay una laguna cultural muy grande. Es cierto, son países que nos quedan muy lejos, pero eso, hoy en día, no es una excusa. Por otro lado, no puedo pedir que a todo el mundo le interese ser correctos y precisos al definir culturas, países y personas. Sin embargo, nosotros somos traductores, a nosotros sí debería importarnos, y mucho. No se nos ocurriría confundir Austria con Alemania, Canadá con Estados Unidos, Irlanda con Inglaterra (parejas de países que incluso hablan el mismo idioma), pero sí nos descuidamos a veces pensando en Latinoamérica como un todo homogéneo (nada más lejos de la realidad), en África como dos partes homogéneas (la África árabe del norte y la África negra del sur), en la extinta Europa del Este como el bloque que ya no es... o en Asia Oriental como una China más enorme aún de lo que realmente es, ese gigante asiático que amenaza con comernos a todos en un futuro no muy lejano.

Como ya me ha quedado una entrada muy larga, pero no quiero despedirme sin dejar nada de chicha, dejo aquí, para echarles un vistazo ahora y desgranarlas otro día, unas pequeñas muestras de idiomas asiáticos por escrito. Para muchos habrá poca novedad en esto, pero creo que es importante empezar por el principio y dejar claros algunos conceptos. 

Chino mandarín. Caracteres pictográficos.

Japonés. Hay algunos caracteres "al estilo chino" ahí dentro,
pero no todos, ¿verdad? Curiosa mezcla que tiene su razón de ser.

Coreano. Se ve a la legua que es totalmente diferente
y muchísimo más sencillo. Ya veremos por qué.

Tailandés. Sé muy poco de este idioma, pero siempre
me ha encantado su escritura. Mucho más florida que
las demás, como vemos. Visto esto, la posibilidad de confusión
es nula.



Es fácil darse cuenta de que, a poquito que uno se esfuerce mínimamente, distinguir, al menos, el idioma en el que un texto está escrito no es nada complicado. ¿A que no?

Seguiremos en la próxima entrada explicando un poco estas diferencias y desvelando misterios.

Hasta entonces, 안녕히계세요!

¿Qué idioma ha sido? Si solo ves cuadritos... es hora de ir añadiendo idiomas al ordenador :D


viernes, 24 de mayo de 2013

One Lovely Blog Award



Antes que nada, muchísimas gracias a Mar, de Dicho de otra forma, por nominarme al One Lovely Blog Award. Ha sido toda una alegría, sobre todo porque es otra prueba más de que con este blog, y en esta vida, lo importante es ir pasito a pasito, que ya los reconocimientos llegarán.

Para quien no conozca este premio (a estas alturas, pocos serán), las reglas son las siguientes: si alguien te nomina, debes agradecerle el premio (faltaba más), responder a las once preguntas que te ha planteado, redactar tú otras once y nominar a otros once blogs.

Aquí van las once preguntas que Mar ha preparado:

1. ¿Dudaste a la hora de elegir el nombre del blog? Si es así, ¿cuáles eran los títulos alternativos?
La verdad es que no hubo títulos alternativos ni dudé demasiado. En su momento, me pareció muy buen título porque aludía a dos aspectos importantes de mi vida: por un lado, la traducción y la redacción de textos, que son pasión y profesión; por el otro, el hecho de que mi futuro era (y sigue siendo) incierto, como una página en blanco (o una sucesión de ellas) siempre a punto de comenzar a escribirse.

2. ¿Qué entrada tiene el récord de visitas y sobre qué iba?
Pues justo la anterior, que iba sobre tarifas y que redacté a raíz de una tarea del curso de Trágora Formación que estoy haciendo ahora mismo.

3. ¿Ejerces una labor de divulgación o concienciación en tu blog? ¿Cuál es el mensaje que quieres transmitir en tus entradas?
Divulgación sí; concienciación, no tanto. Empecé el blog cuando me di cuenta de que había poco o nada escrito sobre la experiencia de hacer unas prácticas de traducción en el Parlamento Europeo, por lo que mi objetivo era divulgar información al respecto, escribir aquello que a mí me habría gustado leer antes de marcharme a Luxemburgo. Ahora, mi blog es más variado. Supongo que cuando mi vida deje de estar menos en el aire, volverá a encauzarse más hacia una dirección u otra. En cualquier caso, en general me gusta escribir entradas basadas en conocimientos y experiencias propias, es decir, cosas directamente relacionadas con mi vida que puedan tener relevancia también para otros.

4. ¿Sobre qué no has escrito, pero estás deseando hacerlo?
Qué buena pregunta. Me encantaría escribir sobre muchas cosas, pero voy a centrarme en mi próximo proyecto para el blog: he decidido escribir algunas entradas sobre otra de mis grandes pasiones, Asia Oriental y, en concreto, Corea y el idioma coreano. Creo que puede ser una parcela interesante y poco trabajada en blogs de traducción.

5. ¿Sabes lengua de signos o te has planteado alguna vez aprenderla?
No la sé, pero sí que he pensado más de una vez en estudiarla. Me encantaría, así que no lo descarto para nada en un futuro.

6. ¿Cuánto tiempo pasas al día navegando por las redes sociales?
Esta es difícil, porque depende de muchísimos factores. No soy totalmente adicta a las redes. Es verdad que los smartphones han venido a ponérmelo difícil en ese sentido, pero jamás he tenido problemas en viajar y desconectar durante días. Si incluimos los blogs dentro de las redes sociales, supongo que paso algunas horas al día, pero lo que más me gusta son mis redes personales y olvidarme de las digitales durante un tiempo.

7. ¿Qué es lo último que has leído?
Un libro con cuatro relatos cortos de fantasía: La espada leal, de G.R.R. Martin; Regreso al hogar, de Robin Hobb, El monarca de la cañada, de Neil Gaiman y La reina del Yazoo, de Orson Scott Card.

8. ¿Cuál ha sido la última manualidad que has hecho?
Dios mío, ni idea. ¿Puede que cuente como manualidad la encuadernación casera de un bonito cómic hecho en bitstrips?

9.  Si tuvieras que hacer un proyecto de investigación, ¿sobre qué sería?
No lo sé, pero no por falta de campos, sino por exceso. Seguro que algo muy friki relacionado, por supuesto, con las lenguas, la traducción, la interpretación o la docencia. También me encantaría hacer alguna investigación histórica, pero no veo cómo cuadrar algo así en mi carrera profesional.

10. Di tres cosas de tu día a día en el trabajo que te encantan
La primera, aprender cosas nuevas. Es alucinante todo lo que se aprende traduciendo. 
La segunda, haber estado trabajando con mi imaginación. Ya no es la misma que cuando tenía ocho años y jugaba sola, en mi mundo, por los rincones, pero sigue ahí y este trabajo ayuda a seguir cultivándola.
La tercera, la satisfacción personal tras terminar un encargo o conseguir hilvanar una frase especialmente complicada.

11. ¿Qué dicen tu familia y amigos de tu trabajo?
No mucho, ni para bien ni para mal. Tuve algún profesor en el colegio que intentó disuadirme de estudiar la carrera, alegando que cualquiera puede traducir, que iba a terminar trabajando en el aeropuerto o que me iba a morir de un ataque al corazón mientras interpretaba (!), pero desde entonces no ha habido nadie que se metiera con lo que hago, por suerte.


A continuación vienes mis nominaciones. La verdad es que es demasiado difícil, a estas alturas, elegir blogs que no hayan sido nominados antes (o que no hayan respondido a sus nominaciones), así que voy a nominar solo a cuatro ya además he decidido salirme un poquito de la blogosfera de la traducción y enviar el premio hacia otros lares.

- El blog de a&b servicios editoriales, porque tiene la rara virtud de combinar explicaciones léxicas y gramaticales con un fantástico humor.

- Lavadora de textos, con Ramón Alemán a la cabeza, paisano canario. Otro blog que trata asuntos de revisión de estilo de una manera interesante y clara.

Y, a continuación, dos blogs de (casi) recién licenciados en medicina que no tienen desperdicio:

- Sin Palabras en el Tintero, de Martamarr Mar, por darnos a los profanos en la materia muchas lecciones sencillas y utilísimas sobre medicina y, en especial, psicología.

- Ya veremos, de mi amigo Fer, por compartir, también de forma cercana y sencilla, mil y una experiencias sanitarias, médicas y, de vez en cuando, de otros campos.


Por último, planteo mis once preguntas. Algunas se repiten porque creo que son interesantes:

1. ¿Cómo se te ocurrió el nombre del blog? ¿Tenías otras alternativas?
2. ¿Cuál fue la razón inicial para crear un blog?
3. ¿Cuál es la entrada que más éxito ha tenido y cuál crees que puede ser la razón?
4. ¿Cómo crees que tu blog te beneficia en el día a día, si lo hace?
5. ¿Qué idioma te encantaría estudiar y nunca has tenido la oportunidad? ¿Y alguna asignatura que nunca entró en tu plan de estudios, pero que te habría gustado cursar?
6. ¿Qué aspectos o hechos te molesta más que la gente en general desconozca o tenga mal asimilados acerca de tu profesión?
7. ¿Qué mejorarías en la carrera que estudiaste para que te preparara de forma más eficiente para el mundo laboral?
8. ¿Cuáles tus asignaturas favoritas en el colegio? ¿Y las más odiadas?
9. ¿Qué opinas de la necesidad de estar presente en las redes sociales?
10. Si tuvieras que hacer un proyecto de investigación, ¿sobre qué sería?
11. ¿Cómo trabajas en tu blog? ¿Planificas con tiempo las entradas que vas a escribir o lo haces cuando te viene la inspiración y las publicas al instante?


martes, 14 de mayo de 2013

¿Alguien dijo tarifas?

Sí, se ha hablado largo y tendido sobre este tema en decenas de blogs de traducción. Lo sé de buena tinta, porque mis tutores de Trágora Formación me han propuesto leer una gran cantidad de ellos.

Ciertas cuestiones se repiten a menudo, como el eterno debate de si conviene más bajar las tarifas en un principio para conseguir y fidelizar clientes, o si vale más la pena valorar bien nuestro trabajo desde que comenzamos, tanto para mantener estable y decente el mercado como para mantenernos a nosotros mismos. 

Por otro lado, he leído artículos que partían de puntos de vista algo diferentes y muy interesantes. Por ejemplo, Oliver Carreira planteaba en su entrada Es la rentabilidad, estúpido, en su blog La Paradoja de Chomsky, que, más que la tarifa en sí, lo importante es que el trabajo nos sea rentable o no. Obviamente, en eso coincidimos todos, no es lo mismo cobrar a 0,05 € un texto que se traduce como la seda, sencillo, quizás incluso con estructuras iguales a otros traducidos anteriormente, que uno más especializado, que nos lleve varias horas y nos dé quebraderos de cabeza. Para establecer una tarifa, por tanto, habrá que tener en cuenta varios aspectos, no solo el número de palabras del documento en cuestión.

En este sentido, también es muy interesante la reflexión de Pablo Muñoz, que nos invita en una de sus entradas de Algo más que traducir a plantearnos traducir (y revisar, maquetar, etc.) cobrando por horas y no por palabras. Ciertamente, es una idea que parte de un argumento muy lógico: ¿no es inteligente establecer cuánto vale una hora de mi tiempo y cobrar en función de ello, independientemente del trabajo que realice? Sin embargo, aunque, como digo, es un planteamiento que me atrae, sí considero que hay trabajos más pesados que otros, incluso partiendo de la base de que invierta en ellos el mismo tiempo. No cobro lo mismo por una clase particular de idiomas a un niño de primaria que a un adulto. De la misma manera, hay trabajos de traducción más sencillos y llevaderos que otros. También reviso más rápido de lo que traduzco. Por otro lado, como el propio Pablo Muñoz explica, es muy difícil valorar de antemano y con exactitud cuánto nos va a llevar hacer una traducción. ¿Cuántas veces no nos hemos enfrentado a un texto que a priori parece sencillísimo, y lo es, pero contiene uno o dos términos (o referencias, estructuras, etc.) que nos tienen un buen rato sin poder avanzar?

El asunto de las tarifas es, como vemos (y sabemos), peliagudo, y especialmente para el traductor novel, que se ve de repente en la tesitura de establecer unas tarifas y negociarlas con el cliente. Más sencillo es, está claro, que se te contrate por un sueldo determinado. Ojo, solo digo más sencillo, no más rentable o beneficioso, por supuesto.

Todas estas lecturas me han hecho plantearme, desde el punto de vista de alguien con poca experiencia en esto, cuáles son los aspectos en los que sí suelo fijarme cuando propongo tarifas y cuáles suelo pasar por alto. Creo que muchos traductores noveles cometeremos errores parecidos, por lo que puede ser interesante para todos.


LO QUE SÍ TENGO EN CUENTA

- Número de palabras del texto: nos han enseñado a establecer nuestras tarifas en función de esto, así que es lógico que sea lo primero en lo que pensamos.
- El tipo de texto y el tipo de traducción: no hay ninguna duda de que cobro las traducciones juradas sensiblemente más caras que las no juradas (y jamás se ha quejado nadie). También intento tener en cuenta si se trata de un tipo de texto más especializado o menos, aunque considero que las fronteras pueden ser muy difusas. Todavía no he traducido nada realmente especializado (pasando por alto las juradas), pero sí algunos textos divulgativos, como resúmenes de tesis, que están a medio camino entre lo especializado y lo general.
- Mi cliente: aunque parezca una injusticia, no cobramos igual a todos los clientes... ¿o sí? Yo, por ejemplo, intento fijar tarifas más económicas, que llamo «universitarias», cuando mi cliente es un estudiante y sé que su nivel adquisitivo no es el mismo que el de alguien con trabajo fijo. Mi peluquería también establece tarifas por edades, así que no creo que esté mal hecho. Por otro lado, todavía no he trabajado con clientes extranjeros, pero ya he leído que en esos casos es legítimo subir las tarifas (o bajarlas), según el nivel adquisitivo medio del país con el que estemos negociando.

LO QUE NO TENGO EN CUENTA (O NO HE TENIDO EN CUENTA HASTA AHORA)

- Gastos de papelería: jamás se me ha ocurrido pensar en los folios y la tinta. Incluso he regalado fundas de plástico alguna vez. Es verdad que vivo con mis padres y no tengo que hacerme cargo de esos gastos, pero igualmente, aunque normalmente sean irrisorios, al menos debería tenerlos en cuenta.
- El tiempo que me va a llevar la traducción: esto no es del todo cierto, sí que pienso en ello, pero no ha sido hasta hace poco que realmente me he puesto a calcular y a contabilizar los minutos o las horas que tardo en traducir, o cuántas palabras puedo hacer al día. En general, tiendo a calcular a la baja, pero supongo que es por falta de experiencia y es un problema que iré solventando en el futuro.
- Soporte de los documentos originales: como de momento no cuento con herramientas TAO, no hay una diferencia tan grande entre traducir de un documento de Word a traducir de un PDF o de una imagen, pero siempre y cuando estos últimos tengan buena resolución y no haya en ellos borrones o dobleces. Lo lógico sería cobrar un recargo por algo así.
- Urgencia: como el volumen de trabajo que he podido tener hasta ahora ha sido bastante nimio, generalmente he podido ponerme con las traducciones en seguida, pero es cierto que no es lo mismo trabajar entre semana que en fin de semana, o por el día que por la tarde/noche.


Me parece que es el momento, por tanto, de empezar a tener todo esto en cuenta cuando me toque fijar la próxima tarifa.



domingo, 12 de mayo de 2013

Coqueteando con la traducción erótica (Experimento Moonlight)


Cuando, hace unas semanas, escuché hablar del Experimento Moonlight, organizado por mis compatriotas isleños de ETEP, no lo dudé mucho antes de enviar mi solicitud de participación. Como les expliqué a ellos en mi motivación, siempre me ha gustado la traducción literaria, pero he trabajado muy poquito con ella: solo algunos textos sueltos durante la carrera, ni siquiera una asignatura cuatrimestral. Una pena, pero en el plan de estudios de mi facultad era solo una asignatura optativa que no tuve tiempo de cursar.

Además, para qué negarlo, el morbo de la traducción erótica también me llamaba la atención. Al fin y al cabo, se trataba de algo completamente nuevo y, a priori, entretenido. En definitiva, un reto muy interesante.

Pronto me topé con los primeros problemas de traducción, que se vinieron repitiendo a lo largo de todo el relato. Voy a hablar en general, para no destripar aquí asuntos muy concretos del relato, porque creo que somos varios los que hemos participado o vamos a participar en este experimento, y además porque corresponde a los compañeros de ETEP realizar el estudio posterior. Por ello me gustaría comentar, a grandes rasgos, las complicaciones que me han ido saliendo.

Sin duda, lo más difícil para mí ha sido combinar un lenguaje casi soez con una narración marcadamente lírica. El hilo conductor del relato es la relación de las mujeres y el sexo con la luna y la luz que esta emite. En sí, este es un pensamiento muy poético, pero el narrador va entrelazándolo continuamente con el puro y simple acto sexual, utilizando, en el texto original inglés, un vocabulario de lo más llano y, en ocasiones, incluso vulgar y malsonante («dick»«cock»«pussy»«cunt»«fuck», etc.). Esto me ha generado, principalmente, dos problemas:

1. Adecuación del registro. Me cuesta hablar de la belleza de la naturaleza y la luz de la luna mientras nombro pollas y coños. ¿Será que soy rara yo? No sé, en ocasiones me costaba mucho mantener un estilo uniforme y que ciertas palabras cuadraran en ciertas frases. ¿Será que en inglés estas palabras tienen un rango de uso más amplio que en español? ¿O solo que mi sensibilidad en español es, lógicamente, mucho mayor que en inglés, y por ello me chocan tanto cuando considero que están en contextos inadecuados?

2. Sinonimia. Ya sabemos que términos para designar los órganos sexuales de ambos sexos no faltan ni en inglés ni en español, pero, al igual que en la lengua en general, los sinónimos puros no existen. Cada una de estas palabras viene acompañada, en este campo quizás más que en otros, de una larga serie de connotaciones y matices de registro. Algunas pueden sonar demasiado cursis, otras demasiado soeces, otras insultantes... Es todo un mundo en el que nunca antes me había parado a pensar tanto, un interesantísimo mundo de matices que viene tanto a complicar la tarea del traductor, como a conferirle variedad y riqueza.

Por último, ya pasando a otro aspecto menos explícitamente sexual, aunque no menos sensual, la traducción del relato me hizo recordar las palabras de alguno de mis profesores de inglés o de C/A, que nos llamaban la atención sobre el hecho de que los anglosajones utilizan determinantes posesivos mucho más a menudo que nosotros, en particular cuando se trata de «sus» partes del cuerpo y el uso es superfluo o redundante. He intentado tener bastante cuidado con eso durante el proceso de traducción. Aunque no es incorrecto traducir «(she) dugs her nails into my thigh» por «clavó sus uñas en mi muslo», suena más natural decir «me clavó las uñas en el muslo».

Y hasta aquí mi pequeño análisis de un encargo de traducción diferente y agradable, que resultó ser una tarea más ardua de lo que en un primer momento había creído. Espero con ganas los resultados del experimento. Quiero saber si estas dificultades las he encontrado solo yo y si proceden de la falta de experiencia en este campo, como creo.


sábado, 4 de mayo de 2013

El alemán de la antigua RDA (DDR)


Ayer estaba viendo La vida de los otros (en alemán, Das Leben der Anderen), esa premiada película de 2006 sobre un agente de la Stasi, el órgano de inteligencia de la República Democrática Alemana, al que se le encarga investigar la vida privada de un escritor que se ha buscado, sin quererlo, la enemistad de un alto cargo. 

La experiencia me hizo recordar también a la aclamada Goodbye, Lenin!, aunque ambas películas son totalmente diferentes. Solo la ambientación es la misma; una ambientación que, por otro lado, debo reconocer que me fascina. Sigue llamándome poderosamente la atención el hecho de que un país centroeuropeo como Alemania pasara cuarenta años dividido en dos Estados antagónicos. Como es lógico, esta separación, tanto física como ideológica, se vio reflejada también en el lenguaje. 

Me gustaría dedicar la entrada de hoy a una selección de esas palabras típicas de la RDA que son testigo de un modo de vida que se esfumó de la noche a la mañana hace menos de veinticinco años.

- Diversant: con esta palabra se designaba a cualquiera que divergiera del régimen, es decir, a saboteadores,  perturbadores de la paz, amigos de los occidentales... Cualquier enemigo de la RDA.

- Delikat-Läden: también llamadas Deli o Freß-Ex, eran una cadena de tiendas de una gama de productos, en principio, más alta, que los que se encontraban en las tiendas corrientes. Sin embargo, no siempre eran realmente de mayor calidad. A menudo bastaba con un empaquetado más bonito y unos precios más altos para que esta se diera por supuesta.

- Genosse: camarada. Tratamiento personal muy común en los regímenes socialistas en general.

- Grilleta: hamburguesa.

- Intershop y Forumscheck: Intershop era una cadena de tiendas donde podía comprarse una selección limitada de artículos occidentales. Para ello no se aceptaban las monedas de curso legal en la RDA, sino los llamados Forumschecks, billetes que existieron a partir de 1979 y representaban marcos occidentales. No obstante, no eran una verdadera divisa que pudiera utilizarse fuera del territorio nacional.

- Jugendweihe: rito de iniciación a la vida de los adultos, parecido a la confirmación católica o a la comunión protestante que, obviamente, en tanto que ritos religiosos, estaban prohibidos en el país.

- Nicki: camiseta (mientras que en la República Federal, se utilizaba esta palabra para designar a los jerséis). No se popularizaron hasta los últimos años antes de la Caída del Muro.

- Republikflucht: huida hacia fuera de la RDA. El solo término ya dejaba claro que los ciudadanos estaban presos en su país y eran conscientes de ello.

- Trabant: o Trabbi, el automóvil más común de la RDA, un coche de bajo coste, pequeño y construido con materiales sencillos y duraderos.



Para terminar, les dejo un concepto que surgió después de la caída del Muro y la reunificación alemana: Ostalgie. Esta palabra, formada por Osten (Este) y Nostalgie (nostalgia) designa el sentimiento de añoranza y melancolía por un país que ya no existe, pero en el que muchos crecieron y, con todo, fueron felices. Uno de los símbolos por excelencia de la Ostalgie es el famoso Ostampelmann, el señor de los semáforos de la Alemania del Este, que se ha convertido, también, en un reclamo turístico de Berlín.