martes, 14 de mayo de 2013

¿Alguien dijo tarifas?

Sí, se ha hablado largo y tendido sobre este tema en decenas de blogs de traducción. Lo sé de buena tinta, porque mis tutores de Trágora Formación me han propuesto leer una gran cantidad de ellos.

Ciertas cuestiones se repiten a menudo, como el eterno debate de si conviene más bajar las tarifas en un principio para conseguir y fidelizar clientes, o si vale más la pena valorar bien nuestro trabajo desde que comenzamos, tanto para mantener estable y decente el mercado como para mantenernos a nosotros mismos. 

Por otro lado, he leído artículos que partían de puntos de vista algo diferentes y muy interesantes. Por ejemplo, Oliver Carreira planteaba en su entrada Es la rentabilidad, estúpido, en su blog La Paradoja de Chomsky, que, más que la tarifa en sí, lo importante es que el trabajo nos sea rentable o no. Obviamente, en eso coincidimos todos, no es lo mismo cobrar a 0,05 € un texto que se traduce como la seda, sencillo, quizás incluso con estructuras iguales a otros traducidos anteriormente, que uno más especializado, que nos lleve varias horas y nos dé quebraderos de cabeza. Para establecer una tarifa, por tanto, habrá que tener en cuenta varios aspectos, no solo el número de palabras del documento en cuestión.

En este sentido, también es muy interesante la reflexión de Pablo Muñoz, que nos invita en una de sus entradas de Algo más que traducir a plantearnos traducir (y revisar, maquetar, etc.) cobrando por horas y no por palabras. Ciertamente, es una idea que parte de un argumento muy lógico: ¿no es inteligente establecer cuánto vale una hora de mi tiempo y cobrar en función de ello, independientemente del trabajo que realice? Sin embargo, aunque, como digo, es un planteamiento que me atrae, sí considero que hay trabajos más pesados que otros, incluso partiendo de la base de que invierta en ellos el mismo tiempo. No cobro lo mismo por una clase particular de idiomas a un niño de primaria que a un adulto. De la misma manera, hay trabajos de traducción más sencillos y llevaderos que otros. También reviso más rápido de lo que traduzco. Por otro lado, como el propio Pablo Muñoz explica, es muy difícil valorar de antemano y con exactitud cuánto nos va a llevar hacer una traducción. ¿Cuántas veces no nos hemos enfrentado a un texto que a priori parece sencillísimo, y lo es, pero contiene uno o dos términos (o referencias, estructuras, etc.) que nos tienen un buen rato sin poder avanzar?

El asunto de las tarifas es, como vemos (y sabemos), peliagudo, y especialmente para el traductor novel, que se ve de repente en la tesitura de establecer unas tarifas y negociarlas con el cliente. Más sencillo es, está claro, que se te contrate por un sueldo determinado. Ojo, solo digo más sencillo, no más rentable o beneficioso, por supuesto.

Todas estas lecturas me han hecho plantearme, desde el punto de vista de alguien con poca experiencia en esto, cuáles son los aspectos en los que sí suelo fijarme cuando propongo tarifas y cuáles suelo pasar por alto. Creo que muchos traductores noveles cometeremos errores parecidos, por lo que puede ser interesante para todos.


LO QUE SÍ TENGO EN CUENTA

- Número de palabras del texto: nos han enseñado a establecer nuestras tarifas en función de esto, así que es lógico que sea lo primero en lo que pensamos.
- El tipo de texto y el tipo de traducción: no hay ninguna duda de que cobro las traducciones juradas sensiblemente más caras que las no juradas (y jamás se ha quejado nadie). También intento tener en cuenta si se trata de un tipo de texto más especializado o menos, aunque considero que las fronteras pueden ser muy difusas. Todavía no he traducido nada realmente especializado (pasando por alto las juradas), pero sí algunos textos divulgativos, como resúmenes de tesis, que están a medio camino entre lo especializado y lo general.
- Mi cliente: aunque parezca una injusticia, no cobramos igual a todos los clientes... ¿o sí? Yo, por ejemplo, intento fijar tarifas más económicas, que llamo «universitarias», cuando mi cliente es un estudiante y sé que su nivel adquisitivo no es el mismo que el de alguien con trabajo fijo. Mi peluquería también establece tarifas por edades, así que no creo que esté mal hecho. Por otro lado, todavía no he trabajado con clientes extranjeros, pero ya he leído que en esos casos es legítimo subir las tarifas (o bajarlas), según el nivel adquisitivo medio del país con el que estemos negociando.

LO QUE NO TENGO EN CUENTA (O NO HE TENIDO EN CUENTA HASTA AHORA)

- Gastos de papelería: jamás se me ha ocurrido pensar en los folios y la tinta. Incluso he regalado fundas de plástico alguna vez. Es verdad que vivo con mis padres y no tengo que hacerme cargo de esos gastos, pero igualmente, aunque normalmente sean irrisorios, al menos debería tenerlos en cuenta.
- El tiempo que me va a llevar la traducción: esto no es del todo cierto, sí que pienso en ello, pero no ha sido hasta hace poco que realmente me he puesto a calcular y a contabilizar los minutos o las horas que tardo en traducir, o cuántas palabras puedo hacer al día. En general, tiendo a calcular a la baja, pero supongo que es por falta de experiencia y es un problema que iré solventando en el futuro.
- Soporte de los documentos originales: como de momento no cuento con herramientas TAO, no hay una diferencia tan grande entre traducir de un documento de Word a traducir de un PDF o de una imagen, pero siempre y cuando estos últimos tengan buena resolución y no haya en ellos borrones o dobleces. Lo lógico sería cobrar un recargo por algo así.
- Urgencia: como el volumen de trabajo que he podido tener hasta ahora ha sido bastante nimio, generalmente he podido ponerme con las traducciones en seguida, pero es cierto que no es lo mismo trabajar entre semana que en fin de semana, o por el día que por la tarde/noche.


Me parece que es el momento, por tanto, de empezar a tener todo esto en cuenta cuando me toque fijar la próxima tarifa.



6 comentarios:

  1. ¡Hola, Magda!

    Desde luego, esto de las tarifas es siempre un mundo donde no hay verdades absolutas. Pero al menos la experiencia sí que suele ser un grado. :) Al principio es muy habitual que no tengamos en cuenta algunos factores que inevitablemente nos llevarán más tiempo del esperado. Por ejemplo, yo le subí la tarifa a un cliente habitual (y no me puso problemas) después de ver que pasaba mucho tiempo escribiendo correos para preguntas y demás que eran necesarias. Por eso decía lo de que creo que es mejor valorar el tiempo según las horas totales que dedicamos, aunque evidentemente hay casos y casos y no todas las horas son igual de "complicadas". :)

    Un saludo,

    Pablo

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    1. Hola, Pablo. Gracias por comentar.

      Efectivamente, como digo, tu idea me parece muy interesante y la comparto, pero no deja de ser difícil de aplicar. En cualquier caso, seguro que no sería una forma de establecer tarifas perfecta, pero tampoco lo es cobrar por palabras.

      Confiemos en que la experiencia sea la madre de la ciencia, sí ;-)

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  2. Si no has traducido textos especialidad, ¿entonces qué traduces? A mí solo me envían textos jurídicos o técnicos y es casi lo único que se mueve en el mercado de la traducción.

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    1. Como explicaba, he traducido aún muy poquito fuera de plantilla y nunca por medio de agencias. Puede que por eso haya tenido otro tipo de encargos. De todas formas han primado las juradas, pero también he hecho algún texto divulgativo y alguna página web no especializada.

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  3. Hola, dejo un comentario: Dices "Por otro lado, todavía no he trabajado con clientes extranjeros, pero ya he leído que en esos casos es legítimo subir las tarifas (o bajarlas), según el nivel adquisitivo medio del país con el que estemos negociando." Pues me temo que no es así. Nuestro trabajo tiene un valor sin importar si trabajamos con clientes de la China, de España o de Costa Rica. Lamentablemente, este es un concepto muy erróneo que fomentaron algunas agencias y otros colegas despistados para bajar las tarifas del mercado con la excusa de la globalización. Hay tarifas nacionales y tarifas internacionales, pero el valor lo decidimos nosotros y no en función del país con el que hacemos negocios sino del valor de nuestro trabajo.

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    1. ¡Hola!

      Lo cierto es que la idea no es mía, pero no me pareció descabellada cuando me la contaron. De todas formas, aclaro: se referían a que, en la situación actual de España,, no es ya posible cobrar unas tarifas como sí podrían seguir cobrándose a un cliente británico o alemán.

      Lo de bajarlas para mercados en peor situación lo he añadido yo, pero probablemente, ahora que me haces pensar en ello, no tiene lógica, porque yo vivo en España y tengo que mantenerme con precios y tarifas españoles. Está bien, olvidemos eso.

      No obstante, lo contrario no me parece ilegítimo. De hecho, no se trata de subir tarifas porque me apetece, sino que, más bien, son las tarifas que me gustaría cobrar en España, si estuviera el horno para bollos. No sé si este ejemplo es válido, pero las franquicias de ropa varían un poco sus precios por países, de manera que en Centroeuropa sale siempre todo un par de euros más caro que en España. Se entiende que esto se hace porque el nivel adquisitivo de estos países es un poco más alto que el nuestro; o porque el nuestro es un poco más bajo, según se quiera ver.

      Por otro lado, hablas de que hay tarifas nacionales e internacionales. ¿A qué te refieres exactamente, entonces?

      Me parece que es un tema que da mucho para hablar. Muchas gracias por tu aportación y por seguir haciéndome reflexionar.

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