sábado, 27 de octubre de 2012

El día a día de una becaria

Como verán, no llevo un gran ritmo de actualización en este blog. La culpa la tiene, como no podía ser de otra forma, nuestro ritmo de trabajo.

He pensado contar un poquito en esta entrada como es mi día a día laboral, cuál es realmente el trabajo de un becario de traducción en el Parlamento y cómo se lleva a cabo.

La jornada empieza a las 8.30. Eso significa que me levanto a las 7, para vestirme, desayunar tranquila, coger la guagua (también llamada "autobús") a las 7.47 (o cuando le apetezca pasar) y llegar al trabajo sobre las 8.15.

Lo primero que hago es ir a la oficina que comparto con los otros tres becarios españoles, dejar mis cosas e ir a la secretaría, que está justo enfrente, a firmar. Esto es importante, claro, para dejar constancia de que uno ha venido a trabajar. Curioso, porque siendo una institución tan importante, aquí no se utilizan las tarjetas para fichar, sino la tradicional firma con bolígrafo y papel. Y solo a la entrada.

Reviso mi correo interno, que es un verdadero hervidero: correos importantes, correos de becarios planeando cositas para la tarde o el fin de semana, correos basura, propaganda de los sindicatos y recuerdos constantes de cursos, charlas o exposiciones: Se ve que aquí la gente tiene mala memoria, porque las repeticiones son excesivas... Y, si hay suerte, a veces incluso podemos gozarnos verdaderas pullas entre los políticos.

Una vez he acabado con el correo y he echado un rápido vistazo a la prensa nacional española, comienzo a traducir. Según los departamentos, hay dos formas de funcionar diferentes: o bien los traductores eligen sus propias traducciones, o bien se las asigna alguien encargado de ello. Ahora mismo, en el departamento de español se está utilizando el estilo self-service, pero eso no es aplicable a los becarios. Nos cuentan que nos podemos volver muy locos si buscamos nosotros mismos el trabajo, así que debemos ir a secretaría a pedir que nos asignen algo, cuando no nos lo han hecho ya sin nuestra solicitud (este es el caso en los momentos de crisis en los que de verdad se acumulan las tongas de textos por traducir con fecha límite inminente).

Por suerte, los textos que traducimos son variados. Hasta el momento, después de cuatro semanas, he traducido sobre todo peticiones, pero también actas (estas son mortalmente aburridas), resúmenes de estudios, declaraciones, noticias de prensa, cartas al Presidente, preguntas y algún otro tipo de documento del que seguro me estoy olvidando.  En cuanto a los idiomas de partida, lamentablemente el inglés se lleva un 90% del volumen de trabajo (otro día hablaré un poco de cómo funciona realmente el multilingüismo en el Parlamento Europeo), pero he tenido la oportunidad de ver originales en francés (de estos hay varios), italiano, alemán, griego, rumano, polaco y sueco.

Aquí se trabaja con un software más o menos especializado. Esto quiere decir que la traducción, realmente, se hace en Word, pero no termina de ser Word del todo, sino una aplicación especial del Parlamento que se abre dentro del programa. Desde ahí, accedes al documento o lo creas. Muchas veces, los documentos que hay que traducir vienen ya "precocinados", este quiere decir que, previamente, se han consultado las memorias de traducción para versiones anteriores de algunas partes del documento que ya se han traducido, así que, al abrirlo, aparece una parte ya en español y otra para traducir. Otras veces no se tiene esta suerte y hay que crear el documento desde cero, para lo cual existen muchísimas plantillas en función del tipo y subtipo de documento de que se trate.

La traducción, habitualmente, se hace utilizando el Workbench de Trados, y con la ayuda de numerosas bases de datos, algunas públicas, como IATE o Eur-Lex, y otras privadas, como por ejemplo Euramis o FullDoc. La cantidad de bases de datos que existen y cómo se solapan unas con otras se escapa a mi entendimiento. Me parece que este hecho solo sirve para complicar mucho las cosas, pero por lo que he escuchado el sueño de una única mega base de datos aún sigue siendo eso, solo un sueño.

Una vez terminada la traducción, le doy de baja virtualmente, la imprimo y la llevo a mi tutor (o a otra persona) para que la supervise. Después de comentar la corrección, solo hay que introducir los cambios y dejar el original y la hoja de ruta que acompaña a cada documento en secretaría.

Y así pasa nuestro día a día. Entre las 12.30 o la 1.00 solemos ir a comer, habitualmente a la cantina del edificio Konrad Adenauer, que es la más completa. Es el momento de distensión del día, y de encontrarnos con becarios no españoles, hablar un poquito en otros idiomas y darnos cuenta de verdad de que estamos en el extranjero, que en el Departamento no se nota demasiado... Ni que decir tiene que la vuelta al trabajo tras el almuerzo se hace bastante cuesta arriba...

A las 17.30 termina la jornada... Hasta el día siguiente, claro

2 comentarios:

  1. Hola Madga. Fui becaria en la DG Traducción de la Comisión de marzo a julio y me ha gustado conocer tu experiencia como becaria de traducción en el Parlamento. Se parece mucho el funcionamiento de la traducción en ambas instituciones. Que sigas disfrutando muchísimo de tu experiencia y gracias por compartirla.

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    1. ¡Hola, Ángela! ¿Ah, sí, estuviste en la Comisión? También conozco algunos becarios de ahí, pero a ninguno de traducción que sea español. Supongo que los habrá también ahora.
      Muchas gracias por tus ánimos. Por supuesto, no es una experiencia como para dejar pasar sin exprimirla al máximo.

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